• El crecimiento del PIB en 2017 confirmó la debilidad de la economía colombiana, marcada por la baja confianza de los consumidores y el escaso dinamismo de la demanda interna. El choque en nuestros términos de intercambio del período de 2014-2015 continuó heredando ajustes en materia externa y fiscal, con importantes repercusiones en el dinamismo de la industria, el comercio, la minería y la construcción. El crecimiento de la actividad económica, que bordeó 1,5% en los tres primeros trimestres de 2017, muy por debajo registro del mismo período de 2016 (2,1%), permite hoy esperar un crecimiento del PIB en 2017 cercano al 1,8%.
• La dinámica de crecimiento reciente, acompañada de la evolución positiva de algunos de los indicadores adelantados, permite observar hoy un cambio de tendencia que da visos más sólidos de haber alcanzado un punto de inflexión en el comportamiento de la demanda agregada, antesala de un mayor dinamismo económico local. Para 2018 nuestros estimativos apuntan a un crecimiento de la economía cercano al 2,6%, un escenario que marca una recuperación moderada frente al modesto crecimiento del período 2016-2017. Estas mejores perspectivas reposan hoy en (i) la recuperación de los canales de inversión, (ii) la materialización de los mecanismos de transmisión de una política monetaria expansiva, (iii) el mayor impulso de la confianza y el consumo, (iv) la estabilidad de la inflación y (v) un escenario benigno en la dinámica de crecimiento de nuestros socios comerciales. Este crecimiento, en todo caso, continuará siendo inferior al crecimiento potencial, hoy cercano a 3,8%.
• Frente a la concreción de la recuperación, es importante reconocer que el 2018 no estará exento de riesgos y desafíos, que en caso de materializarse podrían terminar acotando los canales de recuperación. El desbalance fiscal y el elevado endeudamiento externo generan incertidumbre sobre el estado futuro de las finanzas públicas, elementos que han sido señalados por parte de las calificadoras de riesgo como de suma importancia para la preservación del grado de inversión y la estabilidad macroeconómica del país. A nivel local, la persistencia en la debilidad de la confianza de los hogares y una mayor dilación en la ejecución de inversiones públicas podrían ir en detrimento de la demanda interna.
• El escenario económico/político de 2018 es complejo, desafiante y crucial para definir agendas proclives a la construcción de un país más próspero, incluyente, competitivo y con menos brechas económicas y sociales. Plantear acciones de política que propendan hacia la estabilidad macroeconómica de largo plazo y contribuyan a la solución de los problemas estructurales en materia de productividad, competitividad y formalidad, es un imperativo para el próximo Gobierno. Estos factores se han convertido en obstáculos para el crecimiento económico y el cierre de las brechas sociales y de allí el carácter obligatorio de que la agenda de debates que se avecina en torno a las campañas presidenciales incorpore estos enormes desafíos con altura y responsabilidad. Encarar de forma acertada estos retos resulta crucial si queremos, como país, retomar sendas de crecimiento sostenibles y encaminarnos hacia estructuras productivas que permitan dinamizar nuestro tránsito hacia los estándares de la OCDE.