El funcionamiento de los mercados, los intermediarios y los productos financieros es complejo, y tiende a complicarse a medida que progresa la innovación, se profundiza el desarrollo y se integran globalmente las economías. Además, la posición financiera de los diferentes agentes se ve cada vez más afectada por los cambios en la macroeconomía, los mercados financieros y el entorno internacional. La última crisis financiera global hizo evidente la importancia que para el adecuado funcionamiento de los mercados y la toma de decisiones óptimas tienen, por una parte, la revelación de información transparente y oportuna por parte de los intermediarios y, por otra, una adecuada protección a los consumidores financieros. Sin embargo, estos dos elementos no producirían ningún efecto significativo sin una formación económica y financiera competente de los ciudadanos.
Consciente de estas necesidades, el Congreso, en la reciente reforma financiera, se esforzó por garantizar acceso a la información, la protección y el asesoramiento adecuado de los consumidores financieros. Sin embargo, Colombia carece de una política de Estado que promueva la educación económica y financiera de la población. Aquí el país puede aprender de los esfuerzos realizados por otras naciones y por los organismos multilaterales y de integración.
Algunos de los principios básicos puestos en práctica por ellos, que Asobancaria considera útiles en la definición de una política al respecto, son los siguientes: la educación económica y financiera deber ser un propósito nacional, compartido tanto por el sector público como por el privado; los esfuerzos educativos en estas materias deben iniciarse a temprana edad en los colegios; la enseñanza de estos temas deber orientarse a propósitos y preocupaciones prácticos, comenzando con los problemas más simples de la vida cotidiana, para después ganar complejidad; debe insistirse en los principios éticos, las buenas prácticas y los hábitos que mejoran en el largo plazo la posición financiera de los diferentes agentes; y es necesario familiarizar a los agentes con los diferentes productos y transacciones financieras, siempre procediendo de lo simple a lo complejo.
Sin duda, agentes bien informados toman decisiones óptimas que fomentan la competencia y la innovación en los mercados. De esta manera, en el largo plazo, una mejor educación económica y financiera amplía la bancarización, mejora la asignación de los recursos, promueve la estabilidad y el crecimiento, estimula el desarrollo y mejora el bienestar de la población.