El gobierno del presidente Álvaro Uribe marcó una era en la historia de Colombia, de la cual el país sale con confianza y esperanza en el futuro. Cuando llegó al poder en 2002, el país estaba sumido en una crisis económica y de seguridad. En los ocho años siguientes, Colombia arrinconó a la guerrilla, sometió a los paramilitares y llegó a crecer al 7%, antes de la crisis financiera mundial. Al fin de la era Uribe no se puede decir que el país superó todos sus problemas. Sin embargo, mira el futuro con una justificada esperanza.
El gobierno del presidente Santos está bien posicionado para consolidar las tendencias favorables que se perciben en el país. Cuenta con un enorme apoyo. Tiene la experiencia y el equilibrio adecuados para la tarea. Exhibe la mezcla correcta de continuidad y cambio. Y ha conformado un gabinete de lujo, eminentemente técnico, pero también políticamente balanceado. En los primeros días ha hecho acercamientos con la rama judicial y con los países vecinos, recibiendo a cambio gestos muy favorables. Estamos ad portas de escribir un nuevo pacto social, donde primen la paz, la convivencia, la tolerancia, la cooperación y la prosperidad colectiva. Creemos que para lograr este resultado, se requiere mantener, a un ritmo más acelerado, el curso que llevamos.
La recuperación mundial es más frágil que lo esperado. La coyuntura macroeconómica es delicada en algunos países europeos y el crecimiento todavía no se consolida en los Estados Unidos. El dinamismo de la economía mundial provendrá en gran medida de los países emergentes. La crisis en los países desarrollados vuelve más atractivos para la inversión a los emergentes. Esto genera una oportunidad para Colombia. Pero en la atracción de la inversión extranjera competimos con todo el mundo. Por eso, debemos convertirnos en una economía más atractiva, superando los cuellos de botella que hoy tenemos, de manera que produzcamos confianza económica, jurídica y política al resto del mundo.