La gran recesión que sufrió Estados Unidos en 2008 y 2009 dejó como secuela un incremento en su tasa de desempleo natural. Por este motivo, la población cesante se mantendrá arriba de las proporciones alcanzadas antes de la crisis, inclusive después de que la actividad económica regrese a su nivel potencial. Esta economía enfrenta, por tanto, una recuperación sin generación de empleo.
La economía colombiana afronta desde la recuperación posterior a la recesión de finales del siglo pasado un fenómeno similar. En nuestro caso, gran parte de él se debió a la introducción de rigideces estructurales en el mercado laboral, mediante la regulación y las disposiciones constitucionales y legales. Estos cambios institucionales aumentaron la tasa de desempleo natural y generaron una creciente informalidad laboral. Por eso, el desempleo no cayó persistentemente debajo del 10% ni siquiera en el punto más alto del auge que precedió a la última recesión. Al mismo tiempo, la informalidad permaneció alta. Quizá por esa razón, si no se reforma radicalmente el entorno institucional del mercado laboral, tampoco en la actual recuperación la aceleración de la actividad económica conducirá a un descenso duradero del desempleo a tasas menores de dos dígitos y a una informalidad menor del 50%.
Hasta ahora, para combatir el desempleo y la informalidad, el gobierno ha diseñado y comenzado a implementar dos estrategias. Por un lado, se ha concentrado en acelerar el crecimiento, asignando mayores recursos a los sectores con base en los cuales espera halar el resto de la economía: el agropecuario, la vivienda, la infraestructura, la educación y la innovación. Por otro lado, ha presentado al Congreso un proyecto de Ley de Formalización y del Primer Empleo, con el cual intenta aminorar algunas de las rigideces estructurales del mercado laboral. Y por último, ha anunciado una reducción de aranceles y eliminación de la sobretasa del 20% al cobro de energía
Consideradas en conjunto, las propuestas de formalización parecen apuntar en la dirección correcta. El interrogante es si responden en las dimensiones requeridas dados la magnitud de los problemas y el apremio de las soluciones. El foco del gobierno parece puesto más en los determinantes coyunturales del desempleo y la informalidad, que en los estructurales. Cabría preguntarse si este no resulta el momento propicio, dado el capital político de Presidente Santos, para adelantar una reforma que elimine de raíz los sesgos estructurales en contra de la generación de empleo formal.