En días pasados se conocieron dos informes del FMI y uno de la OCDE sobre la economía colombiana. Los informes coinciden en la necesidad de reforzar la sostenibilidad del crecimiento, por medio de la disminución del desempleo, la informalidad, la desigualdad y la dependencia de la producción de materias primas. Insisten en que para este propósito se debe aumentar la productividad de la economía y la competitividad de la producción nacional, diversificar sus exportaciones e incrementar el ahorro doméstico. Con el fin de aumentar la productividad, aconsejan promover la inversión en infraestructura y en capital humano, mediante un acceso más amplio a una educación de mejor calidad. Para reducir el desempleo y la informalidad sugieren perseverar en la eliminación de los costos laborales no salariales y flexibilizar el salario mínimo, para que se alinee con la productividad. Para aumentar la productividad y la competitividad también enfatizan la necesidad de ampliar el acceso y la profundidad de los mercados financieros.
Una lectura conjunta de los informes de la OECD y el FMI sugiere que Colombia ha logrado consolidar una banca sólida, que en los últimos años ha sido una fuente importante de financiación para el país. Sin embargo, en materia de acceso al crédito todavía hay mucho por avanzar. En síntesis, se ha hecho mucho en materia de fortalecimiento de la banca, pero, a pesar de los avances, o quizás debido a ellos, ahora hay que empezar a pensar en ampliar el acceso.
Desde la perspectiva de Asobancaria, lo que describen la OECD y el FMI no es sino un reflejo del proceso de desarrollo que ha tenido el país. Sin lugar a dudas, después de la crisis financiera de 1998, la prioridad era consolidar una banca sana, que no fuera fuente de perturbaciones económicas sino, por el contrario, protección contra ellas. Los reportes de la OECD y el FMI se pueden leer como diciendo que esa tarea se ha cumplido, con lujo de detalles.
Eso abre la puerta para que el país, desde el punto de vista del sector financiero, se empiece a concentrar en otro tipo de objetivos, naturalmente sin echar para atrás en lo que se ha avanzado en materia de solidez y estabilidad. El nuevo desafío es la masificación del acceso a la financiación, especialmente para las pequeñas y medianas empresas. Para tal fin, parece necesario que el país se replantee, una vez más, qué entiende por inclusión financiera, para contemplar el mundo del empresariado pequeño e informal.
También parece necesario que el país haga un diagnóstico adecuado de las causas que explican el bajo acceso al sector financiero. Aquí la preocupación de Asobancaria es que se haga énfasis en un diagnóstico inadecuado, que promueva la adopción de medidas que terminen restringiendo y reprimiendo al sector financiero, en vez de darle más espacio para actuar. El hecho mismo de que ahora se esté pidiendo darle más peso al objetivo de masificación del acceso a la financiación puede ayudar a cambiar la mentalidad imperante en la dirección correcta: lo que Colombia y su aparato productivo necesitan es más, no menos, crédito. Asobancaria está segura de que, con este objetivo en mente, y trabajando de la mano con las autoridades del Estado, es posible remover las distorsiones introducidas por la regulación y la tributación y generar los estímulos e incentivos que faciliten el acceso a la actividad financiera.