El crecimiento económico de Colombia durante la última década fue estimulado por un entorno internacional muy favorable, gracias al cual la financiación externa fue abundante y barata, los términos de intercambio altos y los ingresos por exportaciones elevados. Esas fuentes financiaron una dinámica expansión de la demanda, que haló la actividad económica, junto con unas mayores tasas de inversión, que mejoraron la capacidad de crecimiento.
Sin embargo, por la normalización de la postura monetaria en las economías avanzadas y la ralentización de las economías emergentes más grandes, a partir de este año se prevé un encarecimiento de la financiación externa, un deterioro de los términos de intercambio y un incremento menos rápido de los ingresos por exportaciones de materias primas. Por tanto, el crecimiento no será estimulado por esas fuentes externas en la misma medida que lo fue en la última década.
En consecuencia, para sostener el crecimiento en el mediano plazo, Colombia debe aumentar su productividad. De manera desafortunada, no lo logró en ese período. Para hacerlo ahora tiene que mejorar de una manera sustancial su competitividad. Los indicadores del Foro Económico Mundial muestran que el mayor rezago del país respecto de la competitividad de los de ingreso alto tiene lugar en su preparación tecnológica, la calidad de su infraestructura vial y su desarrollo institucional. En estos pilares el país está inclusive retrasado respecto del promedio latinoamericano y el de los países de ingreso medio alto.
Con unas brechas menos amplias respecto de los países de ingreso alto, Colombia también esta rezagada, en la misma proporción que el promedio latinoamericano y el de los países de ingreso medio alto, en innovación, salud, educación, eficiencia de los mercados de bienes y de trabajo, desarrollo financiero y sofisticación de los negocios. Eliminar estas brechas debe ser, por tanto, una prioridad de las políticas públicas. Es probable que por su tamaño sea más urgente recortar el rezago en las tres primeras – tecnología, infraestructura e instituciones–, pero sin descuidar las demás.
No obstante, por su impacto horizontal es importante disminuir el rezago en la educación, la ineficiencia de los mercados y el desarrollo financiero. La brecha educativa es un gran obstáculo para la competitividad. Mejorar la calidad de la educación genera beneficios sobre la innovación, la preparación tecnológica, la movilidad social, la pobreza y la equidad. Acelerar el desarrollo financiero reduce el costo de la acumulación de capital físico y humano, con efectos colaterales positivos sobre la pobreza y la equidad. Aumentar la eficiencia del mercado laboral disminuye los costos del trabajo y estimula el empleo formal, con consecuencias favorables sobre la reducción de la pobreza y la desigualdad. Incrementar la eficiencia en todos los mercados conduce a asignaciones óptimas de los recursos.