Las entidades bancarias se enfrentan a una disyuntiva entre mantener unas mayores reservas de capital en su patrimonio para poder hacer frente a posibles situaciones de crisis o realizar una distribución de dividendos para sus accionistas. De esta manera, el banco debe buscar la mejor estrategia para maximizar su retorno sin poner en peligro su estabilidad.
En Estados Unidos y en los demás países industrializados la banca de inversión optó por una estrategia basada en un alto grado de apalancamiento para soportar el crecimiento del negocio. Esto combinado con las altas exposiciones en derivados, principalmente los llamados “activos tóxicos”, la cartera titularizada y el deterioro de las garantías, especialmente de la cartera hipotecaria, desencadenó una de las peores crisis financieras de la historia y llevó a que en el mundo se replanteara el marco de supervisión y regulación del sector financiero. La respuesta fue Basilea III.
Por el contrario, en Colombia la estrategia de negocio de la banca dista mucho de la observada en Estados Unidos, no solo por los bajos niveles de apalancamiento que históricamente se han registrado, sino también por la adecuada administración del portafolio de activos de las entidades, lo que hace que se tenga un modelo enfocado a generar un retorno, a través de una mayor rentabilidad de los activos. La preocupación mundial por la solidez del sector condujo a la expedición del Decreto 1771 de 2012, con el cual se establecieron nuevas condiciones para el cálculo del capital y por ende para el cálculo de la relación mínima de solvencia.
Cualquier medida que implique mayores requerimientos de capital representa para las entidades un trade off entre solidez y eficiencia. En efecto, la búsqueda de mayor solidez a través de este mecanismo genera, por un lado, una reducción de la oferta de crédito como consecuencia de la depuración de los instrumentos que computan dentro del capital, y por el otro, un menor apalancamiento y por tanto un menor retorno para los accionistas, el cual podría ser mitigado a través de los márgenes de intermediación.
Teniendo en cuenta lo anterior, en esta Semana se presenta un análisis de la solidez del sector a partir de las medidas adoptadas en pro de una banca más segura y estable, con el fin de determinar si existe algún en impacto en términos de la eficiencia del sector. Para ello, se realizará una revisión de las estrategias de la banca local frente a las estrategias observadas en las jurisdicciones donde se originó la crisis y se presentan dos ejercicios de estrés para constatar la capacidad del sector de hacer frente a una posible crisis como la ocurrida en 1999.