Los informes de las instituciones que se dedican a estudiar el comportamiento de la seguridad informática presentan cifras preocupantes. Según el último estudio de la empresa Symantec, las amenazas informáticas crecieron en 2012 en un 42% en relación con 2011 y se encontraron 5.291 nuevas vulnerabilidades el año pasado. Además, siete de cada 10 correos electrónicos enviados fueron los denominados spam.
En general, de todos los análisis sobre estos asuntos surgen tres conclusiones principales. Primero, las amenazas avanzan rápido y son tan cambiantes como la propia tecnología. Segundo, debido a la penetración exponencial de los móviles en la población mundial, la mayor amenaza se concentra cada vez más en el software malicioso diseñado para atacar esos dispositivos. Y tercero, la mayor parte de los ataques informáticos tiene como objetivo la malversación, el robo de datos de tarjetas de pago, de usuarios y claves financieras o fraudes similares. Es decir, el objetivo es económico y las víctimas se concentran en los usuarios o clientes bancarios.
Enfrentar esos desafíos requiere romper paradigmas sobre los cuales se han abordado estos asuntos, como por ejemplo: a) que los asuntos de seguridad informática son un problema de los ingenieros exclusivamente, b) que las amenazas de fraude están en particular dirigidas a las entidades financieras y c) que la responsabilidad frente a la prevención del fraude bancario es exclusiva del sector financiero.
Además, es necesario avanzar en el fortalecimiento de las acciones judiciales en contra de las bandas criminales. Es evidente que mientras no existan castigos ejemplares, el potencial delincuente no va a percibir suficientes riesgos como para desistir de la acción ilegal.