En teoría, el gasto público permite solucionar algunas fallas de mercado, funciona como herramienta de redistribución del ingreso y apalanca inversiones que no son rentables para el sector privado. En la práctica, en algunos casos, puede terminar siendo un instrumento que enriquece a unos pocos, a través de rentas capturadas, subsidios regresivos, o apalancando proyectos que tienen muy baja rentabilidad social.