En la década de los ochenta y noventa la economía de Latinoamérica se caracterizó, entre otras cosas, por la apertura y liberalización de los mercados. Este proceso tuvo un capítulo especial en el sector financiero, pues además de la entrada de nuevos competidores extranjeros al mercado, los flujos de capital influyeron en el auge crediticio de la región y en el crecimiento vertiginoso de la profundización financiera en los primeros años de la década de los noventa. (…) En efecto, el monitoreo del sistema financiero de la región a la luz del más reciente Indicador de Fragilidad Financiera de Asobancaria (Iffa) es sin duda bastante ilustrativo sobre los niveles de estabilidad financiera en Latinoamérica y su relación con el ciclo económico. Los resultados permiten evidenciar que, aún pese al retroceso del periodo 2009-2010, los niveles de fragilidad financiera en América Latina han disminuido y hoy lucen mucho menores frente a los registros de principios de la década. Colombia y Brasil, en este contexto, sobresalen como los países que más han mejorado sus niveles de estabilidad financiera en los últimos años, mientras que México, por ejemplo, ha registrado un deterioro significativo.