Con el dato de inflación de mayo, la variación anual del IPC superó el 8%, la cifra más alta desde enero de 2001. La persistencia inflacionaria se explica principalmente por tres factores: (i) los incrementos significativos en la inflación de alimentos, como consecuencia de fenómenos climáticos y de oferta, (ii) la transmisión de la marcada depreciación del tipo de cambio sobre el precio de los bienes transables e indirectamente sobre el precio de los no transables y (iii) la activación de los mecanismos de indexación de la economía, un factor que ha terminado acentuando el efecto de los dos primeros y ha contribuido al desanclaje de las expectativas.
Las diferentes métricas sobre las expectativas inflacionarias sugieren que, en línea con las estimaciones de Asobancaria, la inflación empezaría a ceder a partir de la segunda mitad del año, pero aún se ubicaría por encima de 6% al cierre de 2016. Los distintos modelos de inflación utilizados por la Asociación se han vuelto reiterativos en señalar que la velocidad de ajuste de la inflación a lo largo del segundo semestre de 2016 será más lenta con respecto a lo estimado meses atrás. Para 2017, y contrario a las expectativas de inflación implícitas en el mercado de deuda pública, esperamos que la inflación retorne al rango meta del Banco de la República, aunque levemente por debajo del techo del rango.
Nuestra estimación del Índice de Condiciones Monetarias (ICM) nos permite destacar: (i) que las condiciones monetarias y cambiarias siguen siendo expansivas para la actividad económica; y (ii) que dichas condiciones han empezado a virar hacia terreno neutral, un nivel al que terminarían convergiendo bajo el supuesto de que la Tasa de Política Monetaria (TPM) se mantenga en niveles entre 7,25% – 7,50% y que la devaluación real ceda a tasas del 9% en el corto plazo. Incrementos de la TPM real muy por encima de estos niveles podrían acelerar el tránsito del ICM hacia la zona de desestimulo económico (restrictiva), lo que iría en contravía de la naturaleza anti cíclica de la política monetaria.
La disyuntiva monetaria que enfrentan los bancos centrales en periodos de bajo crecimiento y presiones inflacionarias aún se mantiene. Sorpresas negativas sobre el comportamiento de la inflación en los próximos meses o la continuidad del desanclaje de las expectativas generarían una gran presión sobre el posible fin del ciclo alcista de la TPM. De concretarse mayores incrementos en esta tasa las condiciones restrictivas durante el próximo año se incrementarían, lo que frenaría la actividad productiva y la anhelada convergencia hacia aquellos ritmos de crecimiento potencial de 4,5% – 5,0%.