El 2016 será uno de los años con mayores desafíos en la historia reciente de Colombia. Las decisiones que se materialicen en los próximos meses determinarán en buena medida el rumbo de nuestro país durante la década que se avecina. Colombia enfrenta retos asociados a la caída en los precios del petróleo, la incertidumbre sobre el rumbo de la economía mundial, la normalización de la inflación, el pronunciado desbalance externo y el menor crecimiento de la demanda interna. Sin embargo, el desafío económico más grande que deberá afrontarse en 2016 consistirá en diseñar y aprobar una reforma tributaria que no da espera y que debe apuntar a ser verdaderamente estructural. Por lo anterior, en esta edición de Banca y Economía hemos querido poner sobre la mesa el debate sobre cómo debe ser dicha reforma, un debate que, sin duda, será álgido, pero urgente y necesario para lograr un esquema que garantice la competitividad y los recaudos tributarios que el país debe asegurar de manera imperiosa. Esto sin dejar de lado una juiciosa revisión de la composición del gasto por parte del estado. En este sentido, hemos realizado un juicioso análisis de la propuesta formulada hace pocas semanas por la Comisión de Expertos que estudia el Sistema Tributario en Colombia. De hecho, algo que desde ya parece ser claro es que la situación impositiva debe cambiar: la tributación no debe recaer sobre las empresas. El Gobierno debe modificar radicalmente sus fuentes de ingresos, a través de un sistema tributario más eficiente, equitativo y que promueva la generación de empleo y la inversión.
Dos hechos aumentan la necesidad de darle curso con importante celeridad a una reforma verdaderamente estructural: la incertidumbre de hasta qué punto se mantendrá la caída en el precio de los bienes minero-energéticos y el gasto adicional que deberá ser financiado tras la firma de un acuerdo de paz. Los menores ingresos de la renta petrolera están presionando las cuentas fiscales, ante lo cual el Gobierno ha venido respondiendo mediante ajustes en los gastos en inversión y aumentando la deuda pública.
Adicionalmente, la coyuntura económica actual no solo ha afectado las cuentas fiscales del país, sino que ha estado también marcadamente influenciada por presiones inflacionarias, no vistas durante el último lustro. Conjuntamente, la fuerte depreciación del peso y un inusual Fenómeno de El Niño, han aumentado abruptamente la inflación, en especial la correspondiente a alimentos y bienes importados. Precisamente, el lector encontrará en esta nueva edición un aná- lisis de la trayectoria futura de la inflación y la tasa de cambio, y la respuesta de política monetaria por parte del Banco de la Repú- blica ante estos acontecimientos. Temas que no son menores, pues constituyen una de las principales fuentes de riesgo sobre la dinámica de la actividad productiva. En este panorama de incertidumbre, sobresalen las iniciativas asociadas al sector de la construcción como elementos de política contracíclica: los proyectos 4G y el Plan de Impulso a la Productividad y el Empleo (PIPE 2.0). Estos programas se encuentran en una etapa crucial, donde la banca está jugando un papel protagónico. En el caso específico de los proyectos 4G, la consecución de los cierres financieros que se vienen adelantando constituye una etapa fundamental para que dichos proyectos puedan ser ejecutados. En Asobancaria hemos reiterado en varias ocasiones la completa disposición de la Banca a participar en la financiación de dichas obras, y en esta entrega de nuestra revista resaltamos los primeros avances financieros en este frente. Esperamos, estimado lector, que disfrute de esta nueva edición de Banca y Economía. Un número con el cual hemos querido contribuir al debate económico sobre los temas más relevantes para el país durante los próximos meses.
Fuente: Revista Banca y Economía.