Con la crisis de 2008, la gestión de riesgo de las instituciones financieras cobró particular relevancia, pues se evidenció que la alta interconexión de los mercados puede desencadenar crisis sistémicas por fallas en cualquier eslabón de la cadena. Este hecho generó una enorme proliferación de debates y normas orientados a la búsqueda de una mejor administración de los riesgos en las entidades financieras, entre las que se resalta el Control Interno como elemento primordial para la búsqueda de este objetivo.
La literatura sobre este tema señala que el éxito de una eficaz administración del riesgo radica en el involucramiento de todas y cada una de las áreas de las organizaciones, dando lugar a la denominada “cultura de riesgo”. En este propósito, cobra particular relevancia el principio de autocontrol, entendido como la capacidad que tiene cada funcionario de hacer seguimiento a su quehacer diario para generar mejoras y correctivos que redunden en más eficiencia de la institución.
El éxito de la cultura de riesgo, y por ende, del Control Interno, precisa que la Alta Dirección enfoque sus esfuerzos en el cumplimiento de dos funciones: (i) definir, adoptar y controlar las políticas y procedimientos que respondan al apetito de riesgo de cada entidad, a sus estrategias y a la normatividad vigente; y (ii) garantizar la constante difusión y entendimiento de esta información entre los funcionarios de la entidad. El cumplimiento de la primera función se refleja en la adopción de los Sistemas de Administración de Riesgo (SAR)1 , producto de la regulación prudencial que viene expidiendo la Superintendencia Financiera de Colombia (SFC). Por su parte, la segunda función, referente al fomento y difusión de la cultura de riesgo, ha sido una constante de las entidades financieras colombianas, que se fortaleció con la expedición de las Circulares Externas 14 y 38 de 2009 de la SFC2 , con las que se estableció la adopción del Sistema de Control Interno (SCI), como requisito indispensable en cada entidad para mejorar la gestión integral de los SAR existentes mediante su articulación al SCI.
En Colombia, la implementación de SCI en las instituciones bancarias ha sido exitosa. Sin embargo, existen algunos puntos sobre los cuales vale la pena seguir trabajando para mejorar la gestión organizacional en esta materia. Esta agenda de trabajo incluye: (i) el reconocimiento del autocontrol como elemento central del SCI, (ii) la adaptabilidad en el sistema de gestión integral de riesgos, para que se ajuste rápidamente en respuesta a los cambios en el apetito de riesgo, el entorno macroeconómico y la nueva normatividad emitida, y (iii) la existencia de un estamento que lidere el cumplimiento del SCI a través del seguimiento a las metas definidas por la Alta Dirección sobre cada uno de los eslabones de la cadena de valor (monitoreo transversal). Los mejores SCI en el sistema financiero colombiano han ayudado a consolidar una banca más sólida y eficiente, con sus consabidos efectos positivos sobre el resto de la economía. Debemos seguir avanzando en este camino.