El incremento en la demanda interna y la dinámica del consumo que se ha presentado en nuestro país durante lo que va corrido del año, sumados al temor a un recalentamiento de la economía y aumento en la inflación, han llevado a que el Banco de la República eleve la tasa de interés de intervención en cinco ocasiones durante los últimos cuatro meses, pasando de 3,25% a 4,5%. Sin embargo, dichos aumentos no se han transmitido adecuadamente a las tasas de captación y colocación del sector financiero.
El efecto sobre las tasas de colocación de la cartera en todas sus modalidades ha sido prácticamente nulo, por lo que no se ha observado una disminución clara en la dinámica de crecimiento del crédito. Parte de este efecto, se debe a que la mayoría de los productos financieros del activo (cartera de créditos) y pasivos (CDT, bonos, depósitos) se encuentran atados a la DTF, tasa que no ha reflejado los incrementos en la tasa de intervención.
De manera general, pueden identificarse dos distorsiones al comparar la evolución de la DTF respecto de la tasa de política monetaria del Banco de la República. Una relacionada con el tiempo que tarda la DTF en responder a cambios en la política monetaria, que de manera persistente es aproximadamente de dos meses. La segunda distorsión, está relacionada con un menor nivel de elasticidad. Es decir, la DTF no recoge los cambios en la política monetaria en la misma magnitud, ante un cambio de un punto porcentual (1%) en la tasa de intervención del Banco, la DTF refleja en promedio de 0,85 puntos porcentuales.Estas distorsiones no solo impiden la correcta transmisión de la política monetaria a la economía sino que afectan negativamente la labor de intermediación de los establecimientos de crédito.
Esta situación pone de manifiesto la necesidad de contar con una tasa representativa del verdadero costo del dinero en la economía, que sirva como vehículo eficiente en la transmisión de la política monetaria del país. Las deficiencias metodológicas y de mercado no permiten que la DTF cumpla esta función, por lo que el IBR, luego de cinco años de creación debería ser considerado como un sustituto natural de la actual de la DTF. Si bien, generar un cambio de tal magnitud no está exento de dificultades y retos en su implementación, los beneficios para los agentes económicos y finalmente para la economía y el desarrollo del mercado financiero serán recompensados en el largo plazo. En esta tarea, la labor conjunta de las entidades financieras, el Banco de la República, la Superintendencia Financiera de Colombia y el Ministerio de Hacienda será fundamental. El siguiente paso será crear una hoja de ruta que permita realizar una transición ordenada y convertir al IBR, en el indicador de referencia para el mercado financiero colombiano.