2012 no ha sido un año fácil para el sistema financiero internacional. En términos generales, en el balance de los riesgos globales siguen destacándose la agudización de la crisis financiera en la zona euro, la necesidad de un ajuste fiscal en Estados Unidos, el riesgo de una desaceleración brusca en China, la preocupación de la dimensión de la deuda pública en los países desarrollados y la inestabilidad en los precios de los alimentos y el petróleo.
Si bien la situación no muestra cambios significativos en el corto plazo, las acciones adelantadas por las autoridades económicas de los países de la zona euro y de Estados Unidos están logrando ganar un tiempo valioso para lidiar con un escenario económico que puede llegar a ser cada vez más adverso. Estas medidas de política macroeconómica continúan siendo complementadas con nuevos estándares de regulación y supervisión financiera, tales como Basilea III, la Ley Dodd-Frank y las directivas de la Unión Europea.
En el caso colombiano, las condiciones macroeconómicas y financieras actuales nos hacen menos vulnerables a la materialización de los riesgos externos. Las autoridades se han esforzado por ir a la vanguardia en materia de normas prudenciales para la adecuada gestión de los riesgos a los que se ven expuestas las entidades del sistema financiero. Se han adoptado estándares internacionales en aspectos como la relación de solvencia, las Normas Internacionales de Información Financiera, la valoración de inversiones mediante proveedores de precios y los indicadores de riesgo de liquidez de corto plazo.
Se debe continuar trabajando en alternativas para la adopción de los requerimientos de capital por riesgo operacional y en eliminar los arbitrajes regulatorios existentes en la administración de riesgos de mercado y de liquidez, entre los distintos tipos de entidades financieras, los cuales en muchos casos se convierten en una clara desventaja para los establecimientos de crédito.
Confiamos en que los sectores público y privado puedan seguir trabajando en la generación de sinergias que se traduzcan en una mayor confianza de los consumidores y en una mejor solidez del sistema financiero, derivada de una eficiente y eficaz regulación prudencial.