La posibilidad de una segunda recesión en Estados Unidos y en Europa, causada por el deterioro de su solvencia fiscal, por la pesada carga financiera de sus hogares y por la debilidad y la exposición de sus sistemas financieros a estos eventos, ha generado una incertidumbre creciente en los mercados internacionales, que ha aumentado su volatilidad. Con este entorno internacional más riesgoso, es pertinente preguntarse si la economía colombiana está en un auge del crédito, que la haga vulnerable a ese tipo de choques. Con frecuencia los desbordamientos del endeudamiento durante la fase ascendente del ciclo han precedido a las crisis financieras y a contracciones de la producción y el empleo. Además, una expansión insostenible del endeudamiento privado alimenta generalmente desbalances que pueden perturbar la estabilidad macroeconómica y financiera, tornando la economía más propensa a crisis bancarias o cambiarias.
Afortunadamente la mayoría de los indicadores macroeconómicos cuya evolución durante las expansiones de la actividad económica pueden acompañar auges insostenibles del crédito –la demanda interna, el PIB, la cuenta corriente, la tasa de cambio, los precios de los activos domésticos y de los bienes no transables, la producción de este tipo de bienes, los flujos de capital, los activos y pasivos bancarios−, no exhibe un comportamiento alarmante en Colombia. Quizá la única inquietud está en el incremento del consumo privado, que en el futuro podría conducir a un endeudamiento excesivo de los hogares. Por tanto, la actual expansión del crédito no solamente no constituye un auge, sino que es macroeconómicamente sostenible.
También es financieramente viable. La banca está bien capitalizada, mantiene una relación de solvencia cómodamente arriba del requerimiento del regulador, el cubrimiento de la cartera en todas las modalidades es holgado y su calidad ha mejorado, lo cual implica un adecuado manejo del riesgo de crédito. Por último, para prevenir un excesivo endeudamiento y un deterioro de la calidad de la cartera, los bancos han comenzado a ser más cautos al prestar, exigiendo mayores requisitos a sus clientes
En contraste con el auge del crédito que precedió a la recesión de 1998-1999, el BR cuenta ahora con un esquema de política monetaria más adecuado, que incluye un régimen de tasa de cambio flexible. Por otro lado, tanto la regulación como la supervisión financieras son más fuertes. Las autoridades tienen actualmente un mayor arsenal de instrumentos macroprudenciales –como la posición propia−, con el cual pueden evitar el surgimiento de descalces cambiarios en el sistema financiero.
El Gobierno procura mantener la disciplina fiscal, para limitar la expansión de la demanda interna, contribuyendo a evitar la formación de desbalances macroeconómicos pronunciados. Cuenta, además, con nuevos instrumentos que le permitirán en el futuro implementar con mayor propiedad estrategias contra-cíclicas −el Marco Fiscal de Mediano Plazo, la regla fiscal y el Fondo de Ahorro y Establización del Sistema Nacional de Regalías−, para prevenir esos desequilibrios. Complementariamente, el BR está retirando oportunamente el estímulo monetario, mediante el tránsito hacia una postura neutral de la política monetaria.
Por el entorno internacional incierto y por la mayor probabilidad de enfrentar choques externos de gran magnitud, es conveniente que el Gobierno se empeñe en reglamentar lo más pronto posible el funcionamiento de esos nuevos instrumentos, para poder comenzar a utilizarlos.