A comienzos de la década de 1990 Colombia hizo un intento para abrir su economía, con el fin de aumentar su productividad, acelerar el crecimiento, estimular la generación de empleo, disminuir la pobreza y mejorar el bienestar de la población. Dos décadas después la economía colombiana tiene el mismo grado de apertura que entonces. El intento no fructificó en parte por la excesiva protección que mantuvo la estructura arancelaria. Esta estructura, con regímenes especiales de protección para algunos sectores privilegiados y con demasiadas y muy dispersas tarifas, generó un sesgo anti-exportador y numerosos casos de protección efectiva negativa, que no favorecieron la diversificación de la oferta exportable. La poca diversificación, a su vez, impidió aprovechar plenamente el acceso preferencial a los mercados donde se obtuvo y conquistar otros nuevos de manera persistente.
La oferta exportable de Colombia está todavía concentrada en exceso en productos primarios. Adicionalmente, una gran parte de ella se dirige a unos pocos mercados y una proporción minúscula se coloca en los mercados asiáticos, que son la fuente del crecimiento mundial. Por eso la economía colombiana no aumentó significativamente su participación en el comercio internacional en este período.
En consecuencia, para acelerar la inserción de Colombia en la economía mundial conviene, en primer lugar, continuar aumentando el acceso preferencial a otros mercados externos. En segundo lugar, se requiere mejorar su competitividad. Y en tercer lugar, es necesario incrementar la productividad de la producción nacional, sometiendo todos los sectores a una mayor competencia.
Con estos propósitos, recientemente el Gobierno Nacional llevó a cabo una reforma arancelaria y se trazó una ambiciosa agenda comercial. La reforma redujo el arancel nominal promedio de 12,2% a 8,3% y cobijó 55% de las posiciones arancelarias. De esta manera, llevó tímidamente el arancel al promedio latinoamericano, que es intermedio en el contexto mundial. Sin embargo, mantuvo una excesiva protección para los sectores “sensibles”, que continúa siendo una fuente de dispersión tarifaria. La agenda comercial incluye 20 nuevas economías −9 de ellas asiáticas, con dinámico crecimiento−.
Para que mejore la inserción de Colombia en la economía mundial hay que adelantar esfuerzos complementarios en otros frentes. Es indispensable mejorar la infraestructura vial. Se necesita una política agropecuaria que se concentre en promover el uso eficiente del suelo, en proveer bienes públicos y en brindar asistencia técnica y empresarial a los productores. Se requiere que las autoridades adopten estrategias fiscales contra-cíclicas, para morigerar la volatilidad de la tasa de cambio. Es menester una reforma tributaria estructural, que amplíe la base y reduzca las tarifas a los estándares internacionales. Finalmente, urge una reforma que remueva las distorsiones más protuberantes en el mercado laboral.