Para la Asobancaria y sus entidades afiliadas, la protección de los consumidores financieros y la educación financiera son dos temas de gran relevancia, que están íntimamente relacionados. Avanzar en la consolidación de una cultura de protección a los consumidores financieros se está convirtiendo en una prioridad en todo el mundo. El adecuado funcionamiento del mercado depende del trabajo en tres frentes claves: (1) proveer herramientas que hagan pública la información relacionada con los costos y condiciones de los servicios financieros, de manera clara y oportuna; (2) reconocer y garantizar los derechos y deberes de los consumidores y de las entidades; y (3) desarrollar entre la población la habilidad para analizar la información disponible, tomar decisiones acertadas y adquirir hábitos financieros saludables.
Con la reforma financiera de 2009, que establece normas en materia financiera, de seguros y del mercado de valores, se avanzó en la adopción de un régimen especial de protección al consumidor financiero, inexistente hasta ese momento, convirtiendo al financiero en el sector que mayor protección otorga a sus consumidores.
Frente a la educación financiera, la reforma avanzó bastante menos, instando tímidamente a las entidades a diseñar planes y programas para prevenir los riesgos derivados de la utilización de productos y servicios, y a familiarizar al consumidor con el uso de la tecnología en forma segura.
En cuanto a la educación financiera, resulta clave delimitar el contenido de los conceptos “informar” y “educar”, y entender que se trata de asuntos que, si bien tienen relación, van dirigidos a lograr objetivos distintos y requieren metodologías e instrumentos diferentes.
Al respecto consideramos que, más allá de reconocer la educación financiera como un derecho y un principio que debe regir las relaciones entre consumidores y entidades vigiladas, es necesario que se imparta a través de la educación formal. Entre más temprano brindemos las herramientas para que todos se puedan desempeñar en su vida diaria, mejor. Estamos convencidos de que la educación financiera debe empezar desde la infancia y continuar durante las diferentes etapas de la vida. La educación financiera debe ser entonces un propósito nacional, en el que tanto el sector público como el privado desarrollen un rol activo y se generen sinergias, tal como está sucediendo en muchos países. En estas materias, el compromiso del Gobierno es indispensable.