El BR redujo sorpresivamente su tasa mínima para las subastas de expansión 50 puntos básicos (pb), dejándola en 3%, a final de abril. El recorte se justificó con base en los menores riesgos inflacionarios, el adecuado anclaje de las expectativas y la persistencia de una brecha del producto. Dada la lentitud de la reactivación doméstica, la persistencia del desempleo, la imposibilidad de aumentar el estímulo fiscal y la mayor volatilidad en los mercados internacionales –consecuencia de la incertidumbre sobre la solvencia fiscal de las economías PIIGS en la Eurozona–, la baja en la tasa luce conveniente. Si se transmite en buena parte a las tasas activas, como ocurrió con los recortes anteriores, disminuirá el costo del crédito, incentivará su demanda, aliviará la carga financiera de los hogares y estimulará el gasto del sector privado, por lo menos en el corto plazo. Además, disminuirá la rentabilidad de los activos domésticos, desincentivando los flujos de capital de portafolio. Y por este camino, contribuirá también a aliviar la presión apreciadora sobre la tasa de cambio.
Sin embargo, considerando la pronunciada tendencia al alza de los precios de los activos domésticos en el mediano plazo, con la reducción de la tasa el BR corre el riesgo de contribuir a inflar una burbuja. Y ésta, a su vez, podría perturbar la estabilidad financiera más adelante, cuando la economía retorne al crecimiento potencial. Por ahora la reactivación apenas incipiente del crédito y la pausa en el auge de los mercados financieros domésticos, motivada por la incertidumbre en torno de la sostenibilidad de la deuda soberana de los PIIGS, permiten la mayor laxitud de la política monetaria doméstica. El desafío para la autoridad monetaria será comenzar oportunamente el tránsito hacia una postura neutral. El reto para el próximo gobierno consiste en reforzar la viabilidad de las finanzas públicas en el mediano plazo y la sostenibilidad de la deuda, para facilitar que la baja en las tasas de corto plazo se transmita a las de largo. Solo de esta manera el mayor estímulo monetario tendrá el efecto deseado sobre la demanda de crédito de mediano plazo y largo plazo, sobre el gasto de los hogares en bienes de consumo durable y sobre la inversión privada.