La severidad de la recesión en las economías industrializadas, la contracción del crédito, la parálisis de sus mercados y la desestabilización de sus sistemas financieros exigieron una respuesta sin precedentes de su política monetaria, tanto por la variedad de los mecanismos utilizados como por la magnitud del estímulo. El agotamiento de los instrumentos más tradicionales, sobre todo de la tasa de interés, que descendió al mínimo, forzó a sus bancos centrales a desplegar sus balances, mediante cuantiosas compras de una gran diversidad de activos.
En Colombia, en contraste, el tamaño manejable de los desbalances macroeconómicos, el menor apalancamiento en moneda extranjera, el endeudamiento mas bajo de los agentes, la fortaleza de sus posiciones financieras, la flotación cambiaria, el mayor saldo de activos externos y la solidez de los intermediarios, en conjunto, amortiguaron el impacto del choque externo y las consecuencias de la crisis. Gracias a la estabilidad financiera, el canal del crédito sigue transmitiendo la política monetaria a unos intermediarios robustos y a las firmas y los hogares, que están en mejores condiciones que en anteriores coyunturas internacionales adversas. En consecuencia, primero, ha podido implementarse un relajamiento agresivo de la postura monetaria. Y segundo, este cambio se ha realizado con base en los instrumentos más tradicionales –tasa de interés, encajes y OMAs-. La estabilidad financiera ha evitado, además, el recurso a los apoyos transitorios de liquidez para los intermediarios del sistema.
No obstante, como hay incertidumbre sobre la duración de la crisis global y existe el riesgo de un desapalancamiento internacional prolongado, resulta conveniente que el Banco de la República pueda realizar las OMAs utilizando papeles diferentes de la deuda pública interna –TES-. También es deseable que esté capacidad de conceder apoyos transitorios de liquidez a intermediarios adicionales a los establecimientos de crédito, en la medida en que ganen protagonismo en nuestros mercados. Con ello el emisor gana libertad y flexibilidad para implementar la política monetaria y cumplir las funciones de prestamista de última instancia.